domingo, 1 de diciembre de 2013

YOU’VE GOT A FRIEND

Se reencontraron en el Moby Dick. Llevaban tiempo sin verse, pero su amistad de juventud se había mantenido inquebrantable a través de los años, los kilómetros y los divorcios.

Él no creía en las segundas oportunidades. Ella sí.

—Te he traído un pequeño regalo– dijo ella, mientras tímidamente le ofrecía un libro.

—«El placer de escribir» —leyó él, estupefacto. Abrió la portada y encontró la dedicatoria: «¿Historia o relación? Busca la relación que soporte las historias.»

Él la miró fijamente a los ojos. Ella le devolvió la mirada. A lo lejos se escuchaba la música.

Carole King cantaba «Winter, spring, summer or fall, all you have to do is call and I’ll be there, yeah, yeah, you’ve got a friend…»


domingo, 24 de noviembre de 2013

DIANAS TERAPÉUTICAS

23 de octubre de 2013. Centro de Investigaciones Oncológicas. Houston.

—Muchas gracias por venir, Sr. Chandler— le saludó cortésmente la doctora.

—Buenos días, doctora…

—Curtis. Soy la doctora Curtis. Dirijo el laboratorio de dianas terapéuticas de este centro.

—¿Es usted oncóloga? 

—Sí, pero en el equipo estamos varias personas: patólogos, genetistas, cirujanos…

—¿Y qué hacen exactamente?

—Buscamos nuevos tratamientos contra el cáncer. La genética y la biología molecular están avanzando rápidamente gracias, en parte, a nuestro trabajo.

—Me alegro. Y bien… ¿hay algo que puedan hacer por mí?

—Hemos revisado su largo historial como paciente de cáncer y todas las pruebas genéticas que le han practicado hasta ahora. Su caso es realmente extraño y nos interesaría investigarlo a fondo. 

—¡Vaya! Es usted la cuarta persona que me dice en esta semana que mi caso es extraño. Supongo que no es muy buena noticia.

—Sinceramente, es usted un reto para la ciencia. Pero sí que tengo una buena noticia: Habitualmente el experimento con ratones que le vamos a proponer es a cargo del cliente, pero en su caso el Centro ha decidido que financiará los diez mil dólares que cuesta la prueba.

—¡Qué buena noticia! Me acabo de ahorrar un dineral— respondió Chandler no sin cierta ironía. ¿En qué consiste concretamente el experimento?

—Le extraeremos mediante una biopsia parte de su tumor y lo implantaremos en ratones inmunodeprimidos. Son ratones que ya nacen genéticamente preparados para no tener defensas. Con ello conseguimos que cualquier enfermedad prospere en ellos más rápidamente. Esperaremos a que su tumor se desarrolle en ellos y los empezaremos a tratar con diferentes fármacos. En función de la respuesta, sabremos si alguno de los tratamientos le es aplicable a usted. Los resultados no son inmediatos. Tardarán varios meses.

—Esto es la medicina personalizada de la que hablan los periódicos.

—Sí, y es carísima. De hecho, los diez mil dólares apenas cubren el coste de los ratones, que son unos trescientos cada uno (y necesitaremos varios) y parte de los gastos de personal.

—¿Y de dónde sacan los fondos?

—De donde podemos. A veces de subvenciones públicas, a veces de las farmacéuticas, a veces de donaciones privadas…

—¿Podré verlos?

—¿A los ratones? Me resulta extraño. Normalmente los pacientes no quieren ni saber de ellos. Les causa serios conflictos morales.

—Mi caso es extraño también para eso.

—Lo consultaré…

—Me gustaría que al primero le llamasen Phoenix.

—No le entiendo.

—Cosas mías…

miércoles, 13 de noviembre de 2013

LOS ESPEJOS DE AMANDA

—Por favor, retírense, no pueden traspasar la cinta. Contaminarían la escena del crimen.

—Agente, soy el inspector Norris, de la Brigada Central¬ —dijo Alan Norris en tono grave y un tanto rutinario, mientras mostraba su placa al agente y se abría paso entre la muchedumbre de curiosos y periodistas que se aglutinaban a la puerta de la casa de Howard Branson— ¿Han llegado ya el forense, el fiscal y el juez?

—Sí, señor, le están esperando.

—¡Inspector Norris, inspector Norris, por favor, Norah Carneggie para el Herald Tribune! ¿Se tiene ya a algún sospechoso?

Norris se volvió hacia la joven y persistente periodista.

—Señorita Carneggie. El caso está bajo secreto sumarial. Tendrán información a su debido tiempo. Mientras, les ruego que dejen trabajar a las fuerzas del orden.

Y se dirigió hacia el interior de la mansión, dejando atrás las preguntas de los periodistas que peleaban por el titular.

Dentro de la casa, varios agentes estudiaban la escena, recogiendo huellas dactilares, tomando fotografías y notas diversas. Al fondo en el salón el juez Collins y el fiscal Mc Gregor intercambiaban opiniones mientras Goonie, el forense, analizaba el cuerpo inerte del señor Branson. ¡Qué mala suerte, tenían que asignarle el caso al trepa de Mc Gregor!

Norris no se precipitó, más bien se tomó su tiempo para deambular por la casa a solas. La primera impresión del lugar del crimen siempre dejaba pequeños detalles insignificantes grabados en su retina, que más tarde podrían ser la clave para la solución del caso. Sus cuarenta años de servicio le habían acarreado fama de lobo solitario, siempre al límite de lo correcto, siempre arisco, siempre reacio a compartir sus pesquisas y jodidamente hábil en desentrañar los crímenes más complejos.

—Buenas noches Señoría. ¿Fiscal?

—Inspector Norris, le estábamos esperando. Fiscal Mc Gregor, ¿le importaría ponerle en antecedentes?

—Gracias Juez Collins. Al parecer alguien entró por la puerta trasera del jardín. Branson estaba arriba en la biblioteca. Debió de haber una discusión, a juzgar por las librerías derribadas y el estropicio general.

—¿Causa de la muerte?

—Todo parece indicar que le empujaron por las escaleras y se fracturó el cráneo.

—¿Les importa si hago mi trabajo?

—En absoluto, pero Norris —le dijo el fiscal en tono un tanto amenazante— No hace falta que le recuerde que Howard Branson era la fortuna más grande del Estado de Connecticut. Tenemos a los herederos y al Gobernador presionando, eso por no hablar de los medios, los de su propio imperio y a los rivales. Pulcritud, discreción y rapidez.

—Descuide.

—Quiero un informe mañana en mi oficina antes de las 8:00 de la mañana. A las 8:30 habrá una primera rueda de prensa. De momento el juez Collins ha declarado el secreto de sumario.

—Señoría, Fiscal…

Norris se dirigió hacia el forense sin abandonar por un momento su mirada de halcón.

—Bueno, bueno, Goonie, ¿qué tenemos por aquí?

—¡Hola Alan! Fracturas múltiples en cráneo y columna. El tipo debió de caer rodando por las escaleras.

—¿Heridas de arma?

—Nada.

—¿Hora aproximada de la muerte?

—Avisó la hija a las 21:44. Estaba tratando de telefonearle y como no contestaba se preocupó y vino. Cuando llegamos nosotros, el cadáver ya estaba frío. Calculamos que debió de ocurrir entre las 19:00 y la hora en la que la Señorita Branson nos llamó.

Norris recorrió la estancia con la mirada mientras escuchaba la información facilitada por el forense. La descubrió en el despacho lateral.

Emma Branson permanecía de pie en silencio mirando a través de la ventana, ensimismada en sus pensamientos. Traje de chaqueta y falda de tubo, medias negras y tacones y una melena pelirroja, pulcramente ondulada. Tenía la belleza nórdica de su madre, la difunta Karen Branson, la conocida actriz Karen P. Kroenig (por su apellido de soltera), la idolatrada Karen Fall (por su nombre artístico).


—Robert, son las nueve, ¿te parece si dejas el trabajo por hoy y cenamos?

Robert levanta los ojos del teclado y mira a su querida Amanda.

—Sí, creo que ya está bien por hoy.

—¿Un nuevo caso del inspector Norris?

—Sí querida… pero esta vez Norris ya está muy cansado de tanta corrupción y falsedad. Su soledad es más densa que nunca. Ni siquiera su leal Peggie tiene ya capacidad para darle un poco de consuelo. Creo que este será su último caso.

—Siempre dices eso, pero él ya vive en ti. Si le matas o le planificas una jubilación en Florida… tú nunca serás el mismo.

—Esta vez lo haré y nos tomaremos esas vacaciones que llevo años prometiéndote.

Amanda le mira en silencio con aire misterioso. En ella se reflejan la belleza de Karen Fall, la sofisticación de Emma Branson, la picardía de Norah Carneggie y el cansancio de Peggie.

martes, 12 de noviembre de 2013

SOBRE EL BALDE Y OTROS ARTEFACTOS

—Hola, cariño, ¿qué tal te ha ido hoy en la oficina?

—Bien, ya parece que me voy haciendo con los mandos, pero esta gente tiene cada cosa… Espero que nos adaptemos, cielo.

—Seguro que sí. Aún llevamos poco tiempo, no podemos rajarnos tan pronto.

—¿Qué hay para cenar?

—Pues había pensado hacer un pescado con arroz, pero no sé qué ha pasado, que el arroz se me queda duro, como si no terminara de cocerse.

—¡Qué raro!

—Sí, mañana le preguntaré a la vecina, que lleva años aquí. A ver si me cuenta algún truqui. Parece una señora muy maja.

—¿Quién, la de la puerta de al lado?

—Sí, coincidí con ella en el ascensor. Bueno, algo increíble. Nos encontramos en el descansillo, nos saludamos y nos quedamos charlando un rato. Es española también. Y cuando nos montamos en el ascensor, bajaba una pareja. Nos metemos y yo saludo en plan: «Buenos días» y se me quedan mirando todos, hasta la española y nadie dice ni mú. Me he quedado cortadísima, más maleducados… Y nada, luego al salir al portal, como si tal cosa, esta mujer continúa hablando conmigo. Al final, me he atrevido a preguntarle si es que hay mal rollo con los vecinos y me dice que no, que por qué lo pregunto. «No sé, como nadie ha saludado…»  Y se empieza a partir de la risa, por lo visto la maleducada he sido yo, ¡porque aquí en el ascensor jamás se habla!

—¿En serio? Bueno, yo ya me lo creo todo. Si te cuento lo que me ha pasado a mí hoy.

—Espera, que le digo a Rosita que nos vaya poniendo la mesa y me lo cuentas en la cena. A ver si consigo hacerme entender.

—¿?

—Sí, hijo, luego te cuento.

—¡Rosita!

—Sí, señora.

—¿Puede usted preparar la mesa para la cena, para el señor y para mí?

—Ahorita mismo, señora.

—Anda, vente para la habitación y te voy contando en lo que me cambio de ropa. ¡Necesito quitarme esta corbata ya!

—Bueno, ¿y qué te ha pasado?

—Pues le he dicho a Wilson que quería entrevistar uno a uno a todos los miembros del equipo en mi despacho, para presentarme y para que me contaran lo que hacía cada uno.

—Muy bien.

—Total, que primero entra Giovanna, que es mi asistente y me empieza a contar que si también hace cosas de la contabilidad y demás. Muy maja.

—Humm…

—¡Tonta! Bueno, para hacértelo corto, han ido pasando todos y, claro, cuando salían se lo debían de ir
contando unos a otros, el caso es que entra Roberto, que es un chaval jovencito que lleva la informática. El pobre estaba nerviosísimo, sudando. Y yo, imagínate, hasta los huevos ya, después de haber entrevistado a veinte.

—Pobre chaval.

—Total, que nada, le doy la mano, me presento, le pregunto cómo se llama y que cuáles son sus funciones y va y me suelta: «Espéreme un ratito, señor lisensiado, que saco la polla».

—¿Quéeeeeee?

—Imagínate la cara que he debido de poner. Y va tan pancho y saca un papelito, una chuleta, donde tenía todo apuntado. Me mira, me sonríe y me dice: «Es que lo he anotado todo para que no se me olvide».

—Jajajaja ¡qué situación! ¿Y qué le has dicho?

—Pues nada, me he empezado descojonar y luego todo lo serio que he podido, porque de verdad el chico estaba temblando, le digo: «Ingeniero, es que tal vez usted no sepa que en España el término polla se refiere al órgano sexual masculino».

—Ay, el pobre, se querría morir.

—Sí, pobrecillo. ¡Los demás ya han entrado con todo en la cabeza! Anda, ¡vamos a cenar! Me muero de hambre.

—¿Señora? No sea malita, ¿me podría indicar si está todo a su gusto?

—Sí, Rosita. Mire, el tenedor se coloca a la izquierda y el cuchillo a la derecha. ¿Ve? Así.

—¡Ahhhh!

—Déjeme que ya sirvo yo la cena.

—Sí, señora. Si me necesitan, no sea malita y deme timbrando en la cocina.

—Mira, tatar con esta mujer es agotador. No te creas, que yo también tengo lo mío.

—¿Sí? ¿qué tenemos hoy de nuevo?

—Pues esta mañana voy y le digo: «Rosita, cuando haya terminado con la cocina, coja el cubo y la fregona y dele un repaso al suelo».

—Huy, ya me lo estoy viendo. Que aquí no se puede utilizar coger.

—Ya, me he dado cuenta tarde, pero si sólo hubiera sido eso… Se me queda mirando con una cara de pasmada que ni te imaginas y se queda ahí quieta, sin hacer nada. Y yo: «Rosita, ¿me ha entendido usted? » Y esta, igual que el ingeniero ése tuyo, empieza a ponerse nerviosa y al final me confiesa que no, que no sabe lo que tiene que hacer.

—¿Y qué has hecho?

—Respirar muy hondo y rebuscar palabras en mi diccionario mental hasta que he dado con la clave. Cuando le he dicho: «Vamos a ver, Rosita, agarre este balde y el trapeador y pase el piso», se le ha iluminado la cara y me ha respondido: «Ahhhhh, así ha sabido ser…»

COLEGAS


Se han caído con todo el equipo y me alegro por ello. Han sido años urdiendo mi plan y saboreando la venganza. Fue difícil que me aceptaran en el grupo, pero «el Putri» necesitaba un vasallo, alguien servil a quien poder humillar para reforzar su liderazgo. Y allí estuve yo, riéndole las gracias y haciendo sus recaditos.



Los demás  me aceptaron porque sí, porque lo decía «el Putri», que para eso era el jefe.
Empezaron con cosas simples, un poco de bullying por aquí, amenazas a los profes por allá. Yo participaba como un colega más y negociaba mientras tanto. Y llegó el trapicheo con anfetas… y el asunto de la chica.

Detenidos todos. Eso por llamarme gafotas

martes, 5 de noviembre de 2013

AMOR ON LINE. FRAGMENTO DEL DIARIO DE DIANA BELTRÁN

En estas semanas pasó fugaz pero intensamente por mi vida Alex. Me contactó por Facebook. Empezó muy cortés, pero rápidamente percibí que quería ligar conmigo. Me hizo gracia y le seguí el rollo. 

Mi historia con Walter llevaba unos días de bajada, como siempre que se pone en modo seta. ¡Está tan lejos! 

Alex escribía muy bien y tenía muchas ganas de ponerme cachonda… y lo consiguió hasta límites insospechados. Una semana intensa de sexo por internet. 

Cuando terminó me refugié en Walter. Me parece tan buena persona… cuando le escribo en plan tierno, siempre acaba mandándome besitos con corazones. Soy una loca infiel, pero a la vez siento un amor muy profundo por Walt. No me lo explico.

jueves, 24 de octubre de 2013

LUIGI FOREVER

Soy Luigi, estilista de moda y me encanta mi profesión. Todo el día entre modelos, eligiendo para ellas los vestidos, los peinados y los complementos. Y asistir a todas las galas. Es trabajo, sí, pero con un glamour… Soy la envidia de todos mis amigos hetero. 

— ¿Me estás diciendo que en la última gala del «YoDona», tuviste en cueros en la misma habitación a la Pataky, a Mar Saura y a María José Suárez?
— ¡Qué pena que a mí me vayan más los tipo Unax Ugalde! 
— ¿Y están tan buenas como salen en las revistas?
— Son monísimas, pero hijo, también algo hago yo para que se las vea espléndidas.

Ahora estoy liadísimo con lo de los premios Goya. Tengo que vestir a Elsa, a Penélope y a la Verdú. 

Cada una de su padre y de su madre, con sus rarezas y complejos, no os creáis, que entre que una es bajita, la otra está enamorada y la de más allá quiere seguir haciendo papeles de jovenzuela, ¡me tienen loco! Y este año están nominadas Pe y Maribel. No, si tengo un estrés encima, que voy a acabar fatal.

— Luigi, habla con Cavalli que este año quiero ir de verde y bien apretadita.
— Que no Elsa, que a ti el verde te favorece mucho, pero que en los Goya, si vas de verde sobre la alfombra verde y encima bien ceñida, vas a parecer una lagartija.
— Ay Luigi estás en todo, a ver si la cambian otra vez a roja, que mira que somos cutres con la alfombra llena de logotipos. Se pierde todo el glamour.
— Mira cielo, te tengo reservado «un joya» con transparencias color champagne de Temperley, divino. Lo combinamos con un «clutch» de Svarosky y nada más. Unos pendientes largos y estarás radiante.
— Me fío de ti. Eres mi talismán. Te adoro, Lu.

Elsa, la verdad es que es un cielazo de mujer, cercana en su trato y siempre se deja aconsejar. 
Con Pe también se trabaja muy bien, aunque últimamente desde que está con Bard… ¡opps! ya me estoy yendo de la lengua. Voy a llamarla…

… Nada, me salta su buzón de voz: Penélope, guapa, llámame tú y dime cuándo vas a pasarte por Madrid, que tenemos que ir organizando tu look para los Goya.  Este año nada de recogidos, te quiero con tu melena natural. Estoy pensando en un Versace blanco roto de corte sirena y escote palabra de honor. ¡Vas a romper!

Con la Verdú lo tengo más complicado. Que si esto me marca las caderas, que si el rojo no me favorece, que si quiero parecer más alta. A Maribel este año la quiero elegante y discretamente sofisticada. Dior o Nina Ricci, por ahí vamos a andar.

Es lo que me gusta de mi profesión, ellas son estrellas, pero yo las hago brillar aún más.

El día de los premios todo es nervios. Los maquilladores, las peluqueras, los vestidos, las joyas, el «photocall». A ellas les preocupa, además, si se llevan el Goya, pero a mí, lo que de verdad me horrorizaría sería que las brujas del «Qué me dices!» sacasen a alguna de mis chicas en la sección «Vestidas igual: ¿a quién le sienta mejor?».

Nota: Luigi es un personaje de ficción y todos los demás… también.