lunes, 20 de mayo de 2013

BATIENDO RÉCORDS

Queridos telespectadores, hace una semana nuestro compatriota James Coleman batió un nuevo récord. En una granja de Australia, ha construido el laberinto más grande del mundo, con una extensión de 200 mil metros cuadrados; 300 kilómetros de pasillos en los que ha utilizado diferentes materiales como bloques de hormigón, paredes de cristal, setos vegetales o vallas de madera. En él nos podemos encontrar trampas, caminos sin retorno, espejos, túneles, incluso pequeños refugios en donde pernoctar…y una única salida. Los intrépidos que se atrevan a desafiar al laberinto, llevarán una mochila con víveres y un localizador GPS, para poder ser evacuados en caso de desfallecimiento.

James Coleman ya saltó hace años a todas las portadas de los periódicos por formar parte de la expedición que en 2008 descubrió el mítico laberinto de Egipto. Es una persona bastante inaccesible y hoy nos hemos propuesto averiguar algunos datos sobre su niñez, para lo cual su hermano, el Sr. Simon Coleman nos recibe hoy en su casa de Stirling:

- Señor Coleman, le agradecemos que haya tenido la cortesía de concedernos esta entrevista para la BBC2 Escocia.

- El gusto es mío, aunque en realidad yo no soy protagonista de nada. Es mi hermano James quien bate todos los récords.

- Es cierto, su hermano acaba de construir el laberinto más grande del mundo, batiendo el anterior récord de Tom Pearcy. Pero, permítame que le diga, que su hermano es un tanto esquivo con los medios.

-  Sí, James siempre fue un friki desde que éramos pequeños.

- ¿Cuándo empezó su afición por los laberintos?

-  Tendría tres o cuatro años. Teníamos esos típicos cuadernos de pasatiempos infantiles. Esos en los que hay dibujos para colorear, figuras que trazas siguiendo una numeración y laberintos. Siempre se pedía resolverlos él.

- ¡Vaya! sí que empezó siendo muy pequeño. ¿Cómo era su hermano a esa edad?

- Pues, él y yo siempre nos hemos llevado muy bien, hemos jugado mucho juntos, pero también había momentos en los que James se encerraba en su habitación y vivía en su mundo. Recuerdo que mi madre, en uno de sus viajes a Londres, le compró un libro que contenía 500 laberintos. ¡Estuvo una semana sin parar hasta que consiguió resolverlos todos!
- Por lo que veo, sus padres fomentaban esa afición.

- La verdad es que nuestros padres siempre nos han respetado mucho y nos han alentado para que siguiéramos nuestro propio camino, dejándonos elegir nuestras aficiones, nuestra vocación y nuestros amigos. Son muy liberales.

- Y ¿cómo dio el salto a construir sus propios laberintos?

- Yo creo que responde a su tendencia natural de retarse a si mismo y a los demás. De niños veraneábamos en España, en una playa que cuando bajaba la marea dejaba inmensas extensiones de arena mojada. Ese era el momento de James para, con un palo, dibujar complicados entramados en la arena. Podía estar dos horas dibujándolos y después nos retaba a toda la familia a resolverlos. Cada año los hacía más difíciles. Durante el invierno, tenía un gran cuaderno cuadriculado en el que diseñaba nuevos laberintos.

- Y, ¿conseguían encontrar la salida?

- Ja, ja, ja. ¡A veces no! Pero él siempre tenía en su cabeza todos los caminos posibles, las trampas, las vías muertas… ¡todo!

- Una mente maravillosa…¿en algún momento se ha sometido a pruebas de inteligencia?

- Pues por lo que me comentó mi padre, pasó una época en el colegio en la que no obtenía buenos resultados y en clase estaba muy alterado. Coincidió con el divorcio de mis padres, así que le llevaron a un psicólogo, porque pensaban que quería llamar la atención. La psicóloga le hizo un test y quedaron sorprendidos porque sacó un CI superior a 150, pero en algunas áreas, como la capacidad visual llegaba a los niveles máximos que permitía el test.

- ¿Y…cómo es la convivencia con un niño superdotado?

- Bueno, nunca le prestamos demasiada atención a aquello. Siguió yendo al mismo colegio y sacando peores notas de lo que podría. Siempre decía que se aburría mucho en clase y era bastante caótico con las tareas y sobre todo con la gestión del tiempo. A mí a veces me desesperaba, tener que estar siempre esperándole y llegar tarde a clase.

Pues ya ven ustedes que James Coleman es todo un personaje peculiar, que responde al tópico de genio despistado y que sigue la senda de tantos brillantes inventores que ha producido este país.

- Señor Coleman, debemos concluir nuestra retransmisión, pero no me gustaría despedirme sin antes agradecerle que haya accedido a compartir sus recuerdos con nosotros y pedirle que, si tiene ocasión, le exprese a su hermano nuestra profunda admiración.

- Muchas gracias a ustedes.

Queridos telespectadores, hasta aquí nuestro programa de hoy. Les dejamos con unas impresionantes imágenes del maravilloso laberinto. ¿Alguno de ustedes se atreve a aceptar el desafío?



Irene Aparici


Dedicado a mi hijo Javier, incansable diseñador de laberintos y a su hermano Sergio, su mayor admirador.


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